Hola me llamo Juan tengo once años, os quiero contar una historia que me pasó cuando era más pequeño y que se me ha quedado grabada toda la vida.
Normalmente, iba todos los fines de semana al zoo a ver los animales. Mis favoritos eran los monos. Sobre todo una pareja que parecían gemelos y que siempre que iba, se me quedaban mirando y siguiendo alrededor de la jaula.
Un día se nos ocurrió llevar a mi perro curro, llegamos a la jaula de los monos y empezamos a tirarles comida. Los dos que eran gemelos se nos quedaron mirando fijamente a los ojos como si fuéramos dos plátanos gigantes y empezaron a taparse los ojos, los oídos, la boca y la nariz. Estuvimos un rato mirándoles a ver si cambiaban de movimientos, pero no, seguían haciendo los mismos aspavientos. Entonces yo me dí cuenta de que nos querían decir algo. Cuando ya nos hartamos nos fuimos y cada vez que dábamos un paso oíamos otro por detrás. ¡Se habían escapado! Mi padre y yo salimos corriendo, giramos a la izquierda, luego a la derecha y otra vez a la izquierda pero no había forma de despistarles. Llegamos a la salida con ellos pisándonos los talones, pero, mi padre y yo dimos el último esprint llegamos al coche y por fin terminó el día. A la mañana siguiente mi padre y yo estábamos tan cansados que no nos dimos cuenta de que estaban en la cocina y cuando nos dimos cuenta todo era un desmadre.
Pasó el tiempo y nadie vino a buscarlos y nosotros no los podíamos sacar y entonces vivieron en nuestra casa. Desde ese día son uno más de la familia y somos muy amigos
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