miércoles, 4 de mayo de 2011

La aventura en la casa del árbol

 Hola, soy Gabriel, soy un niño tan normal como tú. A mí me encanta construir cabañas y mi sueño es tener una casa de árbol. Por eso, he decidido invitar a mi amigo Gonzalo Infante para que me ayude a cumplir mi sueño. 

Ha llegado sobre las cinco. Lo bueno es que sus padres le dejan quedarse a dormir así que si construimos rápidamente la casa de árbol, podremos dormir en ella.
Lo primero que hemos hecho ha sido subir al desván a por la caja de herramientas, unas veinticinco tejas y sesenta tablones de madera. También cogimos unas cuantas cuerdas y la radio antigua de mi padre. Nos costó bastante tiempo subir todo esto al árbol pero al final lo conseguimos. Al cabo de un rato, después de poner tejas y clavar a martillazos los clavos en los tablones, teníamos ya la estructura hecha. Luego construimos dos estanterías donde colocamos cómics y libros de animales ya que otro de los objetivos era estudiar los animales.
Después vino mi madre, nos trajo la merienda y una botella de naranjada, también nos trajo un dominó, los prismáticos y los sacos de dormir junto con unos colchones y dos mantas. Llegó la noche y bajamos a mi casa a cenar, lo bueno es que mientras mis padres no se daban cuenta, Gonzalo y yo cogimos dos linternas, las botas de campo, los guantes, los gorros y pintura de camuflaje para la cara. Ya que nuestra intención era salir a investigar por la noche paseando por la finca para encontrar animales nocturnos.
Subimos de nuevo a la casa del árbol a charlar, comer chuches y a esperar a que mis padres se durmiesen. Tardaron mucho en hacerlo, pero mereció la pena esperar. Nos pintamos la cara, nos pusimos las botas, el gorro, los guantes y cogimos las linternas. Estuvimos andando durante una hora aproximadamente sin encontrar nada interesante, entonces oímos unas pisadas y una respiración fuerte que nos seguía. 
Al principio no le dimos importancia pero cuando oímos un rugido aterrador, nos dimos la vuelta y enfocamos esa gran figura nos quedamos estupefactos, ¡estábamos frente a un impresionante macho de oso pardo ibérico! En cuanto le vimos, salimos pitando pero no antes de haberle hecho una ronda de fotos. Lo malo es que nos siguió persiguiendo, después de quince minutos de persecución, abandonó el intento de caza. Un rato más tarde ya estábamos con el pijama puesto durmiendo tranquilamente.
A la mañana siguiente vinieron a recoger a Gonzalo, pero sus padres se quedaron a comer, así que a Gonzalo y a mí nos dio tiempo a buscar información en los libros de la casa del árbol y así hacer una exposición oral entre los dos sobre el oso pardo ibérico.

No hay comentarios:

Publicar un comentario