miércoles, 4 de mayo de 2011

La casa del árbol

Un día me levante y me encontré la casita del árbol  muy desordenada. Yo pensaba que podría haber sido culpa de mi prima. Le pregunté a toda mi familia y nada, no encontré a nadie que fuera el sospechoso en este caso.
Le pregunté a los vecinos y tampoco. Yo dije: ¡ajá, te pille! Y era una ardilla la que estaba montando todo ese jaleo. Saqué la ardilla y se fue.  Yo le di una lección: no desordenar lo que no fuese suyo. Al cabo de un rato nos hicimos amigos y nos pusimos a jugar a un pilla-pilla. Siempre me ganaba, porque ella podía subir a los árboles y yo no.
Le di algo de comer y me preguntó si tenía nueces, le dije que sí, que tenía. Se las comió y seguimos jugando. Nos lo pasamos en grande.
 Luego me enseñó su casa: la tenía muy bien ordenada y le pregunté que quería de mi casita del árbol y me dijo que quería algo más para su casita, porque la tenía vacía.
Yo se lo dí y le dije que volviera cuando quisiese.

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