jueves, 10 de febrero de 2011

La ISLA DEL TESORO. Capítulo 2: Novedades y un Disgusto

Al día siguiente, Jaime y Juan tenían que hacer los deberes, así que sólo fuimos Ana y yo. Cuando llegamos al sitio donde se situaba la compuerta, nos extrañamos al ver que estaba  al descubierto. Al entrar nos dimos un buen susto, pues estaba todo revuelto: los libros esparcidos por el suelo, el sofá dado la vuelta, las sillas por ahí tiradas, etc. Alguien había entrado y había dejado una nota encima de la mesa que decía:
Si me entregáis el mapa
os daré 10.000 €, si no,
una desgracia caerá sobre
vosotros.
Esta noche aquí a las 10
ANÓNIMO

Nos asustamos mucho, pero si había puesto la nota, significaba que no había encontrado el mapa. Lo escondimos en un gran sitio: en la ranura por la que se meten los cedes en el ordenador. Descubrimos que la isla que salía en el mapa era Tenerife. Después volvimos corriendo a casa para contarles lo sucedido y también lo que habíamos descubierto a Juan y a Ana. Por seguridad, cogimos de mi casa un cerrojo que yo tenía guardado y herramientas para ponerlo en la compuerta. 

Cuando llegamos a nuestra guarida, pues decidimos que en eso íbamos a convertir el cuarto, entre Juan y yo pusimos el cerrojo. Así nadie podría entrar a menos que tuviera la llave. Por último fuimos a la ferretería a que nos hicieran unas copias de las llaves y que cada uno tuviera las suyas y una de repuesto por si acaso se nos perdía a alguno. Después volvimos a la guarida e inspeccionamos mejor el mapa para tener más información sobre él. Se me ocurrió que el mapa podía tener tinta invisible y busqué en internet que tipos de tinta invisible había. Primero probé espolvoreando cacao sobre el mapa, pero no ocurrió nada. Después calenté el mapa y… ¡Había letras! No entendimos nada, pues ese debía ser un idioma indígena o muy antiguo. Me puse a buscar con el ordenador, pero esta vez tardaron menos Juan, Jaime y Ana que yo con el ordenador. El que lo encontró fue Juan, en su libro ponía: “Antiquísima escritura griega”. Debajo salía una tabla como esta:


Lo que ponía en el mensaje secreto era:

He vivido en agua, tierra y aire, pero sólo en uno de estos tres sitios me encontrareis. Buscad, buscad y adivinaréis. 

Estuvimos un rato inspeccionando el mapa cuando oímos:                  

– ¡Ya sé cuál es, es imposible pasarlo por evidente! – Dijo Jaime señalando los bordes del mapa, en los que estaba escrito esto pero con la escritura griega: AGUAGUAGUA                                                      
– ¡Bien hecho Jaime! – Exclamé – Vamos a comer y ya volvemos mañana por la tarde, hoy no podemos porque vamos a ir a merendar al Burguer y después al cine a ver “En tierra hóstil” y mañana hay cole.  

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