lunes, 14 de febrero de 2011

Un milagro en Navidad

Al despertarme y abrir la ventana todo estaba nevado, ¡qué bonito! Me pongo mi abrigo, mis guantes y mi bufanda, y salgo a la calle a jugar con la nieve. Mi hermano y yo vimos a un Papa Noel que estaba repartiendo caramelos a los niños y niñas. Corrimos a por ellos, y jugamos a tirarnos bolas, a hacer un muñeco de nieve y a tirarnos en trineo, ¡qué bien lo pasamos!

 Mas tarde vino un amigo mío que se llamaba Nacho, que también tenía un trineo. Nos tiramos los tres por una montaña muy alta y al llegar abajo todos nos caímos del trineo, y nos reímos mucho porque Nacho estaba lleno de nieve.

Luego nos fuimos a cantar villancicos con las panderetas y la zambomba. Cuando volvíamos a casa vimos a una familia con un padre, la madre, tres niños y un bebé. Ellos no jugaban ni se reían como nosotros, tampoco cantaban villancicos, estaban muy  tristes. Entonces me acerqué y les di los caramelos y mi merienda, poco a poco se fue acercando cada vez más gente a entregarles comida, ropa y regalos.

Le pregunté a uno de los hijos cómo se llamaban, me dijo que su mamá se llamaba Elvira, su papá Adolfo, sus hermanos Adolfito, Eustaquio, y Ezequielito era el bebé. El se llamaba Perico y tenía ocho años. Me contó que a su papá le habían despedido del trabajo hacía dos años, y desde entonces no había conseguido encontrar trabajo, poco a poco se fueron gastando todos sus ahorros hasta que llegó el día que se les acabó el dinero y les echaron de su casa por no poder pagarla. Llevaban dos meses en la calle sin casa y sin comida, sólo lo que la gente les daba y las sobras que recogían de las basuras.

De pronto, el cielo se iluminó con una estrella gigantesca y a lo lejos vimos acercarse unos camellos y encima de los camellos unos señores con unos disfraces muy extraños que llevaban bolsas llenas de regalos. Poco a poco se iban acercando hasta donde nos encontrábamos, y justo al llegar al lugar donde estaba la familia de Perico, se bajaron de los camellos y les dieron un taco de lotería de Navidad del colegio Aldovea. De pronto los camellos desaparecieron como por arte de magia y nadie volvió a ver a aquellos hombres nunca más. Nadie sabía de donde habían venido ni donde se habían ido.

Justo en ese momento en la televisión del bar de la esquina estaban anunciando cual era el número premiado este año en la lotería de Navidad, justo había salido el número que ellos tenían, y todos empezaron a dar saltos de alegría. Por fin tendrían una casa, ya no pasarían frío nunca más, por fin tendrían comida, ropa y juguetes. La familia de Perico volvía a estar alegre, tendrían unas Navidades felices.

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