Lunes, 31 de abril del 2005
Hemos empezado a oír voces del exterior y nos hemos puesto a gritar:” ¡Aquí, aquí! ¡Salvadnos! ¡Debajo de los escombros!”
En medio de todo ese barullo oí mi nombre:
-¡Álvaro, Álvaro Caruncho! ¿Dónde estás?
-¡Estoy aquí, bajo los escombros!
Oí el sonido de las excavadoras quitando los restos de las casas derrumbadas y los que estaban conmigo comenzaron a inquietarse. Yo les dije que se apartaran hacia un lado, porque si no les podían hacer daño con las máquinas.
Cuando quitaron los escombros ayudé a transportar a los más heridos primero, y más tarde pudimos salir los demás… ¡tras 5 días pude encontrarme con mis compañeros!
Cuando quitaron los escombros ayudé a transportar a los más heridos primero, y más tarde pudimos salir los demás… ¡tras 5 días pude encontrarme con mis compañeros!
El panorama era aterrador, la gente andaba confusa por la calle, había heridos tumbados por el suelo y montañas de casas y edificios destrozados. Yo me encontraba muy cansado, aunque había conseguido olvidar mi dolorida pierna, pero aquella imagen me sobrecogió tanto que me olvidé de mi mismo, y acudí con mis compañeros a intentar buscar supervivientes, rescatar heridos y colaborar en lo que hiciera falta.
Al fin y al cabo, para eso había ido a Chile…
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