lunes, 21 de marzo de 2011

La familia de Paulino

Érase una vez una mujer llamada Valentina que se casó con un granjero llamado Florencio y tuvieron 11 hijos: Remigio, Mariposa, Cleopatra, Segismunda, Rigoberto, Salomé, Aristóbulo, Leopoldo, Godofredo, Lucrecia y Paulino.

Su abuelo se llamaba Eustaquio y su abuela Maricarmen era la única que tenía un nombre normal y no como los otros.     

 Era una familia muy divertida, siempre había alegría, todos ayudaban en las labores de la granja. Cada uno tenía sus tareas: Remigio como era el mayor era el que distribuía las tareas; Mariposa como era la más imaginativa se ocupaba de cuidar el jardín,  Cleopatra limpiaba y cuidaba los establos; Segismunda cuidaba de los potrillos; Rigoberto ordeñaba a las vacas; Salomé daba de comer a los cerdos, Aristóbulo sacaba a pastar a las vacas; Lucrecia daba de comer a las gallinas y los patos del estanque; el pícaro de Leopoldo sacaba el agua del pozo; Godofredo que era el más travieso recogía los huevos de las gallinas, nunca conseguía que llegaran todos los huevos sin romper a casa. Todos hacían sus trabajos sin protestar y contentos, era muy divertido, cada uno hacía lo que le gustaba. Mientras ellos trabajaban su madre Valentina se dedicaba a hacer las tareas de la casa, lavar, cocinar y cuidar del pequeño Paulino, Florencio labraba la tierra, cuidaba de la huerta y trabajaba con el tractor en la huerta y los olivos.

Lo que más divertía a esta familia eran las historias que contaba cada uno cuando comían todos juntos, después de cada jornada. Mariposa contaba cómo crecía su jardín y lo que le decían los animalitos que había en él y las plantas que iba plantando. Cleopatra contaba las historias que le pasaban en el establo con los caballos, las yeguas y los potrillos. El que lo pasaba mejor era Leopoldo que era el que se encargaba de sacar el agua del pozo. No siempre conseguía que la bomba del agua funcionara, entonces lo que hacía era que se ponía de pie encima de la palanca y saltaba encima, plaff, plaff, plaff, hasta que subía el agua del pozo. Cuando hacía buen tiempo la cosa iba bien y salía el agua sin ningún problema, pero cuando hacía frío, el agua no salía de ninguna forma, ni saltando encima, se quedaba el agua helada.

Cuando terminaban de comer ayudaban a recoger y a fregar los platos y por la tarde se ponían a hacer los deberes y cuando terminaban ya podían irse a jugar.

Hasta que de repente un día pasó algo que nadie se esperaba y que les volvió a todos locos durante un rato. El pequeño Paulino no estaba en su corralito. ¿Cómo podía ser, paulino solito no podía salir de ahí?, ¡seguro que alguien se lo ha llevado!, dijo Mariposa muy preocupada. ¡Tenemos que hacer algo!, dijo Remigio, como él era el que se ocupaba siempre de distribuir los trabajos ahora no tuvo ningún problema a la hora de indicar a cada uno de sus hermanos por dónde tenían que empezar a buscar y lo que tenían que hacer. Lo mejor era ir de dos en dos.

Todos se pusieron a buscar, no podía estar muy lejos. Unos fueron por el establo, otros por el gallinero, otros por la huerta, otros por el jardín, otros se acercaron al estanque, buscaron por toda la casa, por el piso de arriba, el salón, la cocina, dentro de los armarios, los dormitorios… dentro de casa no estaba. Todos le llamaban ¡Paulinooooo!, ¡Paulinooooo!. Era normal que Paulino no contestara, no sabía hablar… Tenemos que encontrar a Paulino antes de que lleguen Papá y Mamá, que habían salido al pueblo de al lado a hacer unos recados.

Todos siguieron buscando, la verdad es que formaban un gran equipo, se dieron cuenta de lo importante que era la comunicación entre ellos, ir de dos en dos había sido una buena idea.

De repente escucharon un sonido que venía de la parte de atrás del jardín, ya llegaban Papá y Mamá. Todos se quedaron blancos, ¿qué hacemos ahora?, todavía no ha aparecido Paulino.

¡Tengo una idea! dijo Leopoldo, vamos a mirar el corralito para ver si hay alguna pista…. Todos corrieron al corralito de Paulino y cuando ya estaban llegando oyeron unos sonidos. ¡Gugu tata!, ¡era Paulino!, con los rizos volando, de la velocidad que llevaba, venía gateando a toda velocidad, se había escapado del corralito, había subido al piso de arriba y había conseguido salir al jardín. Ya había terminado su travesura y ahora llegaba de nuevo al corralito. Todos se echaron a reír. ¡Menudo susto habían pasado!

En ese mismo momento entraron en la casa sus padres, Florencio y Valentina y se encontraron a toda la familia reunida alrededor de Paulino, riendo y mirando al niño.

Valentina y Florencio estaban muy orgullosos de sus hijos. Porque no habían tenido miedo de decirles la verdad y les contaron todos cómo había pasado todo y cómo se habían sentido, el miedo y el susto que habían pasado todos. Se habían unido todos para hacer algo a la vez. Buscar a Paulino.

Ahí es cuando se dieron todos cuenta de lo importante que era estar siempre unidos y también lo importante que es poder hablar y comunicarse unos con otros en los buenos y los malos momentos.

1 comentario:

  1. ¡Enhorabuena, Borja!,está muy bien escrito y has trabajado mucho. Sigue así.

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